domingo, 21 de diciembre de 2008

FELICES FIESTAS

Desde Melissa Health & Consultancy os deseamos unas felices fiestas. Que el nuevo año brinde a todos la oportunidad de alcanzar todas las metas previstas y realizar los anhelados sueños.

martes, 9 de diciembre de 2008

Mi jefe no me entiende

Una encuesta realizada recientemente por una empresa de trabajo temporal y recursos humanos indica que el 45 % de los españoles cree que los altos ejecutivos no entienden muy bien a sus empleados. Así, muchos consideran no recibir la motivación necesaria por parte de los jefes para seguir desarrollando su trabajo en las mejores condiciones (37%), algunos afirman trabajar más duro que sus superiores (34%) o entienden que los mismos no serían capaces de realizar el trabajo que ellos hacen. Y como no podía ser de otra manera, muchos de estos mismos empleados consideran que sus jefes cobran demasiado…

Entonces me pregunto ¿Cómo puede haber tanto desfase entre las percepciones de unos y de otros? ¿Exactamente, qué esperan los empleados de sus jefes? ¿Por otro lado, qué creen los jefes que se espera de ellos? ¿A caso el hecho de llegar a la posición de alto ejecutivo conlleva el desconectarse del mundo de los empleados? ¿No pasaron ellos mismos por otros puestos antes de llegar a su cargo actual? ¿Realmente son tantos los incompetentes que a pesar de tal hándicap consiguen alcanzar puestos con responsabilidad?

En otra ocasión volveremos sobre el papel del alto ejecutivo, sobre los cambios de responsabilidad y lo que implican a nivel de gestión de equipos, pero aquí me gustaría hablar del empleado. Éste que considera que su jefe no le entiende y no recibe de él la motivación que espera.

Y si no fuera así ¿qué pasaría? ¿Cuántas horas dedicamos al día en quejarnos de las condiciones de trabajo, del jefe o de los colegas? ¿No es esa una magnífica excusa para no comprometernos con el éxito de nuestro trabajo? ¿Para qué implicarse, innovar, proponer o ayudar? Está claro, no cuadra con la imagen de profesional incomprendido que nos empeñamos en mantener.

Pero… ¿Qué hemos hecho para cambiar esta situación? ¿hemos hablado con nuestro jefe o hemos llegado a la conclusión, antes de hacerlo, que no merece la pena? Así nos aseguramos que nada va a cambiar, al menos que el jefe se de cuenta de que aquí pasa algo. Pues en realidad es lo que le pedimos al jefe, que se de cuenta de las cosas, de que algo anda mal, de que no estamos motivados, de que no disponemos de los medios necesarios para llevar a cabo nuestras tareas o de que la carga de trabajo es superior a nuestra capacidad. ¿Cuánto tiempo estamos dispuestos a esperar a que se de cuenta? El suficiente para cumular decepciones y hasta resentimiento.

¿Es que no ve las caras largas que le ponemos? ¿no se da cuenta del esfuerzo que representa hacer este nuevo trabajo para nosotros? Y resulta que no, no lo ve… y como no lo ve, es que no nos entiende.

Sí, probablemente en un mundo ideal debería ser así. Pero si nos quedamos en lo que “debería ser y no es”, lo único que generamos es frustración. La nueva pregunta podría ser: ¿qué me aporta la queja? ¿Existe alguna forma de salir de ella que yo pueda impulsar?

miércoles, 8 de octubre de 2008

A mal tiempo buena cara

Si hay una palabra que estos últimos meses hemos pronunciado, leído y oído hasta la saciedad es la de crisis. Crisis del sector inmobiliario, crisis internacional, crisis financiera o crisis económica… definitivamente, estamos en crisis.

Hace poco leía un artículo en el que el autor reconocía, no sin sentido del humor, que el discurso ambiente no le cuadraba con sus propias vivencias. Su vida sigue siendo la misma, no se ven colas interminables delante de los bancos y cajas de gente que quiere sacar sus ahorros, tampoco se anuncian suicidios masivos de financieros arruinados (¡y nos alegramos por ello!).

Así que, más allá de la semántica, os invito a reflexionar sobre ello: ¿qué es una crisis? ¿cuáles son los factores que permiten determinar que estamos o no en una crisis? ¿cuáles son los estándares y los indicadores? ¿a partir de cuándo pasamos de situación complicada (o el nombre que se le quiera dar) a la de crisis? ¿dónde está el punto de inflexión? ¿en qué exactamente nos está afectando a nivel personal y/o empresarial?

Existe una realidad económica, cifras, pérdidas y previsiones negativas. Existen hechos, falta de liquidez, préstamos que ya no se conceden, empresas y entidades que declaran quiebre. Pero existe un factor esencial en este contexto, la carga psicológica que conlleva la palabra y el carácter contagioso del desanimo y de la desconfianza que no hace más que aumentar el tamaño de la pelota.

La situación económica y financiera era la misma justo antes y justo después de leer u oír por primera vez la palabra crisis como descripción de nuestro contexto. No es que de repente mi empresa haya registrado pérdidas históricas o los precios hayan caído en picado en cuestión de segundos. Lo que ha cambiado en este preciso instante no es el contexto, los hechos, sino la palabra, la etiqueta que le hemos puesto a esta situación. Y automáticamente asociamos la palabra a peligro e inestabilidad, con la carga emocional que provoca.

Os invito a valorar lo que realmente hemos perdido o lo que realmente está cambiando para cada uno de nosotros, más allá de lo que leímos, vemos o escuchamos a un nivel general, más allá de las previsiones de terceros y más allá de la mera sensación y de los sentimientos.

Llega un momento en que parece “obvio” que las cosas van muy mal, que no podemos hacer nada, que la solución no depende de nosotros. Tal conversación se instala en todos los ámbitos de nuestras vidas, personales y profesionales. Es más, acaba formando parte del trasfondo, del contexto en el que hablamos. Ya no estamos cuestionando la realidad (las cosas son así). Simplemente tenemos cada día más argumentos para confirmar que las cosas están muy mal. No hay más que escuchar la radio, leer los periódicos o mirar la televisión, todo apunta en el mismo sentido. ¿A quién se le ocurre ahora hacer algo nuevo, apostar por el futuro, lanzar un nuevo negocio, cambiar de trabajo o de casa?

Una crisis es inevitablemente un cambio. Significa dejar atrás algo que no volverá a ser, adaptarse y aprender algo nuevo. Frente a ello podemos “reaccionar” o “actuar”. En el primer caso, el reaccionar es una obligación, estamos sometidos a la situación, ella nos lleva. El actuar es una elección. Podemos comprometernos con un nuevo futuro y dejar de lado lo que siempre habíamos hecho hasta el momento. Actuar como siempre en un nuevo contexto no suele mejorar la situación. Con ello no puede surgir ninguna oportunidad.

Y de esto se trata, buscar nuevas oportunidades y crecer en este nuevo contexto. Para ello tenemos que cambiar el paradigma. Sí, podemos actuar en tiempos de crisis. La crisis no tiene que ser un enemigo que nos arrastra. El perder algo hoy puede ser la oportunidad de conseguir otra cosa, más importante, más enriquecedora o más constructiva para mañana. Eso sí, nos obliga a salir de la comodidad de lo conocido.

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